Los aisladores sísmicos son herramientas de alta tecnología cuya función es proteger una estructura de los daños que causan los sismos. Gracias a este sistema de aislamiento se separa del suelo la base de la edificación, lo que permite que esta se comporte de forma flexible ante los movimientos de la tierra. Estos aisladores también tienen la capacidad de reducir la energía transferida a la estructura y así evitan que la misma resulte afectada.
Una estructura con aisladores sísmicos solo recibe una parte de la fuerza sísmica, pudiendo ser solo una cuarta o quinta parte dependiendo de la calidad del aislador. Pero una estructura que no tenga protección sísmica no solo recibe toda la fuerza sino que la amplifica hasta tres o cuatro veces más.
Ante un terremoto, la estructura de un edificio convencional vibra y se deforma produciéndose daños, puesto que la aceleración no cambia. En cambio una estructura que cuente con sistemas de protección antisísmica reaccionará diferente ante un terremoto. Los aisladores elastoméricos conseguirán que la aceleración, la vibración y por ende la deformación del edificio se reduzca.
El aislador sísmico, gracias a la flexibilidad de sus capas de acero y caucho, funciona durante el sismo deformándose de lado a lado. De esta manera separa y absorbe la energía que produce el sismo de la edificación.
En una estructura con aisladores se puede reducir la vibración producida por el sismo hasta en un 80%. Claro está el grado en que se reduzca la aceleración, la vibración y los daños dependerán no solo de los dispositivos de aislamiento, sino también de las calidad y el diseño de la construcción, pues estos aisladores no hacen por si solos todo el trabajo.
Aunque el aislamiento sísmico no hace a la edificación a prueba de terremotos, su eficaz protección ha sido demostrada ampliamente.